Vivimos en una época donde la información abunda, pero también la desinformación. El acceso a bases de datos gigantescas no está asociado a una información confiable, lo cual afecta de manera negativa al ser humano en todos los ámbitos en el cual se desenvuelve.
La excesiva desinformación en internet perjudica a una amplia gama de áreas, campos y disciplinas, como la salud, el bienestar de las personas, la ciencia y tecnología, los asuntos políticos, la polarización social, la economía, la cultura, el medio ambiente, la seguridad, etc.
Esta problemática impacta especialmente a los investigadores, por lo tanto, da lugar al planteamiento de interrogantes: ¿Cómo podemos investigar en un contexto donde la desinformación es tan frecuente y difícil de detectar? ¿Qué retos y oportunidades se presentan para los investigadores en la era de la desinformación?
¿Qué es la desinformación?
La Real Academia Española (RAE) señala que desinformar implica “dar información intencionalmente manipulada al servicio de ciertos fines”, así como “dar información insuficiente u omitirla”.
Por su parte, Olmo y Romero (2019), definen la desinformación:
…como la difusión intencionada de información no rigurosa que busca minar la confianza pública, distorsionar los hechos, transmitir una determinada forma de percibir la realidad y explotar vulnerabilidades con el objetivo de desestabilizar. Y ya no estamos hablando de filosofía; estamos hablando de obtener ventajas políticas, de minar los valores democráticos, de extender una nueva narrativa para, en definitiva, cambiar nuestra realidad (párr 16).
A esta situación hay que sumarle los avances que ha experimentado la infraestructura tecnológica, lo cual ha impactado en la manera como se desarrollan las comunicaciones, así como la falta de filtros dificultan las posibilidades de establecer mecanismos seguros para determinar la veracidad de una información.
En este sentido, Salvador, Angós y Fernández (1999), señalan que la mayoría de la información recuperada en internet es más basura que otra cosa.
Estas prácticas cada vez más comunes han dado lugar a nuevos términos como fake news, e incluso la RAE ha normalizado la palabra “posverdad”, como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
Pero, no solo se trata de la falta de credibilidad existente en las informaciones que circulan en las redes sociales o cualquier otro medio digital.
Esta problemática trasciende este tipo de medios, porque el problema es aún más grave cuando observamos estudios publicados en revistas científicas de prestigio internacional que han sido retirados por fraudes en las investigaciones.
Todo ello nos conduce a un nuevo fenómeno: la fake science.
La “fake science” o “ciencia falsa” se refiere a información o investigaciones que se presentan como científicas, pero que carecen de fundamentos sólidos, rigurosidad metodológica y respaldo científico legítimo.
La fake science se caracteriza por ser engañosa, sesgada o directamente fraudulenta, y suele tener como objetivo engañar o manipular a las personas, ya sea con fines económicos, políticos o ideológicos.
Estas informaciones aparentemente científicas, adoptan diferentes formas, como la publicación de estudios falsos o manipulados, la tergiversación de datos científicos reales o conclusiones que no cuentan con la rigurosidad científica. Estas prácticas deshonestas desmejoran la integridad de la ciencia y la confianza pública en el conocimiento científico legítimo.
Sobre este fenómeno, López Borrull (2019), considera que la presión de los investigadores para realizar publicaciones, así como las revistas depredadoras son los principales responsables de la decadencia en la calidad de las investigaciones, por consiguiente “la fake science no es sino la consecuencia emergente de la mercantilización de la ciencia, tanto por la parte de la producción (los científicos) como de la difusión (revistas y bases de datos)” (párr 6).
Por estas razones, es indiscutiblemente necesario el establecimiento de criterios confiables para depurar el contenido disponible en internet y en cualquier fuente de información, ya que esta problemática no es exclusiva de los medios digitales, pues cualquier fuente puede estar afectada, con intención o no, por imprecisiones, falsedades, imparcialidades u omisiones, que impactan en la formación y avance del conocimiento.
Tipos de desórdenes informativos
Según Wardle y Derakhshan (2017), existen tres tipos de desórdenes informativos. Estos son:
La desinformación o “disinformation” se refiere a la información falsa que se crea y se difunde deliberadamente para causar daño o beneficio.
La malinformación o “malinformation” se refiere a la información verdadera que se usa o se presenta de forma engañosa o fuera de contexto para causar daño o beneficio.
La información errónea o “misinformation” es la información falsa o imprecisa que se crea o se difunde sin intención de causar daño o beneficio.
Sin embargo, para efectos de este artículo voy a tratar a los tres tipos de desórdenes informativos como desinformación, ya que mi propósito no consiste en el análisis de cada uno de ellos por separado, sino estudiar como impactan en general estos mecanismos en el contexto de las investigaciones.
Efectos de la desinformación en la Investigación
En la actualidad existe una sobreabundancia de información y, en muchos casos, un desorden y proliferación de informaciones falsas o poco confiables. Esto puede afectar negativamente los resultados de las investigaciones y la confianza en la comunidad científica de varias maneras.
En primer lugar, la desinformación ocasiona la difusión de información que se acepta como confiable, pero en realidad no lo es. En este contexto, juega un papel significativo la divulgación de trabajos de dudosa calidad, ya sea por la falta de controles o por publicación de investigaciones que obedecen a intereses maliciosos.
La anterior afirmación es congruente con lo afirmado por Gómez y Platas (2022), quienes advierten que lamentablemente la institucionalización de la ciencia ha ocasionado que las universidades y centros de investigación presionen a los investigadores para que cumplan con determinados estándares de productividad que resultan agotadores.
En este sentido, argumentan esos autores que frecuentemente los científicos son empujados a realizar estudios convirtiéndose en “máquinas” de producción de conocimiento, muchas veces de calidad cuestionable.
Otro efecto es la desinformación como resultado de la manipulación en la comunicación. Esta situación fue muy evidente durante la pandemia de la COVID-19, cuando se generalizó una gran cantidad de datos e información falsa, la cual ocasionó incertidumbre y problemas importantes para el establecimiento de estrategias.
A este fenómeno la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo denominó infodemia; es decir, “una cantidad excesiva de información ‒en algunos casos correcta, en otros no‒ que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las necesitan” (Organización Panamericana de la Salud, 2020, p. 2).
En este mismo orden de ideas, es importante destacar que la comunicación puede generar tantas realidades como los comunicadores se propongan hacer, ya que la interpretación de la realidad está influenciada por nuestras percepciones y marcos de referencia, en consecuencia, la información puede estar estructurada para que las personas la interpreten de una manera guiada por quien controla la información.
Al respecto, el destacado psicólogo y teórico de la comunicación Paul Watzlawick, en su libro ¿Es real la realidad?, explora la naturaleza de la realidad y plantea interrogantes fundamentales sobre cómo percibimos y construimos nuestra comprensión del mundo que nos rodea.
Según Watzlawick (1979/2011), los patrones de comunicación, aunado a los sistemas de creencias, son elementos que afectan significativamente la construcción de la realidad. Esta afirmación nos lleva a reflexionar sobre la importancia de las estrategias comunicacionales en la forma como percibimos la información y las posibilidades de que esta realidad se encuentre distorsionada.
En general, la fake science puede dificultar la verificación de la veracidad de la información difundida.
Esta situación se agrava aún más cuando se pierde la confianza en las fuentes de información legítimas. En los últimos años se ha observado un incremento significativo de publicaciones respaldadas por universidades y revistas de prestigio científico, que posteriormente han sido retiradas por haberse detectado graves problemas de plagio y fraude en las investigaciones, tales como las revista Nature y The Lancet, Universidad de Harvard, Universidad de Tilburg, Universidad de Duke, Universidad de Toho y la Universidad de Cornell, solo por mencionar algunos.
Varios de estos casos pueden ser revisados en el artículo “Desenmascarando el fraude académico: impacto, prevención y ética en la investigación”.
El papel de los investigadores
Los investigadores desempeñan un papel fundamental en la gestión de la información. En consecuencia, sobre ellos recae una gran responsabilidad para incentivar el desarrollo de estrategias que minimicen las prácticas generadoras de desinformación científica. Especialmente deben:
- Actuar responsablemente como generadores de conocimiento confiable.
- Chequear sus propios sesgos y evitar la desinformación inadvertida.
- Educar sobre alfabetización informacional y pensamiento crítico.
- Transparencia sobre la metodología, datos e intereses en los estudios.
Estrategias generales para combatir la desinformación en la investigación
La desinformación en la investigación científica es un desafío creciente en la era digital. A medida que la información se difunde rápidamente y se comparte ampliamente en plataformas en línea, es fundamental contar con estrategias efectivas para combatir la desinformación y preservar la integridad de la investigación.
En este sentido, existen diversas estrategias generales que pueden adoptarse para abordar el problema. Estas estrategias incluyen:
Promoción de la alfabetización mediática y científica
Esto implica educar al público sobre los principios y métodos científicos, enseñar a evaluar críticamente la información científica y fomentar una comprensión sólida de los procesos científicos. Al aumentar la alfabetización científica, se puede fortalecer la capacidad del público para distinguir la información confiable de la desinformación científica.
El uso de herramientas de detección de noticias falsas (fact-checking)
Estas herramientas son recursos que se utilizan para comprobar la veracidad de la información y desacreditar la desinformación. Están diseñadas para ayudar a los usuarios a evaluar la precisión de los contenidos que encuentran en línea y a tomar decisiones informadas sobre su credibilidad.
Existen diferentes tipos de herramientas de fact-checking que se utilizan para diversos propósitos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que ninguna es infalible. Algunas conocidas son: FactCheck.org, Snopes.com, Google Fact Check Explorer, NewsGuard, First Draft News, maldita ciencia, entre otras.
Colaboración entre investigadores, instituciones y medios de comunicación
Esta estrategia se fundamenta en el concepto de ciencia abierta, la cual se basa en los principios de compartir y hacer accesible tanto los datos como los métodos utilizados en la investigación, lo que permite la colaboración y la participación de la comunidad científica y el público en general.
La ciencia abierta promueve la difusión libre y sin restricciones de los resultados de la investigación, lo que facilita el intercambio de conocimientos, la replicación de estudios y la colaboración entre investigadores de diferentes disciplinas y ubicaciones geográficas.
Sobre la ciencia abierta, López Borrull (2021), señala que se deben impulsar políticas para hacer énfasis en la difusión del conocimiento, con el fin de incentivar la investigación científica responsable, tomando como centro a la sociedad. Asimismo, afirma este autor que “una óptima diseminación científica en abierto es también una herramienta en la lucha contra la desinformación” (p. 5).
Uso responsable de redes sociales para difusión de hallazgos
Las redes sociales son una poderosa herramienta para difundir información y hallazgos científicos de manera rápida y amplia. Con este poder también surge la responsabilidad de utilizar las redes sociales de manera adecuada y responsable.
El uso responsable de las redes sociales para la difusión de hallazgos implica tener en cuenta aspectos como la precisión y la veracidad de la información compartida, la transparencia en la presentación de resultados, la protección de la propiedad intelectual y los derechos de autor, así como la promoción de un diálogo constructivo y respetuoso con la comunidad científica y el público en general.
A través del uso responsable de las redes sociales, los investigadores pueden ampliar su alcance, aumentar la visibilidad de sus descubrimientos y fomentar una mayor participación y compromiso con la ciencia por parte del público.
Fomentar la práctica de la verificación de fuentes y datos
Esto contribuye a la indagación a profundidad sobre los responsables de los estudios, los datos utilizados, mecanismos desarrollados, etc.
Promover el uso de la bibliometría
La bibliometría consiste en una disciplina que utiliza métodos cuantitativos y estadísticos para analizar y medir la producción científica y académica. Se enfoca en el estudio de las publicaciones científicas y su impacto, así como en la estructura y evolución de la literatura científica en diferentes campos de conocimiento.
Aun cuando el término bibliometría se remonta al año 1969 gracias a Alan Pritchard, actualmente ha evolucionado para abordar desafíos relacionados con la calidad de la investigación científica, como la detección de fraudes o la identificación de publicaciones depredadoras. También se utiliza en la evaluación de la investigación y la toma de decisiones en políticas científicas. Sus principales indicadores son:
- Indicadores de producción
- Indicadores de impacto o visibilidad
- Indicadores de dispersión
- Indicadores de uso de la literatura científica
- Indicadores de circulación
- Indicadores de colaboración
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la bibliometría tiene limitaciones y críticas, ya que depende principalmente de la cantidad de citas, lo que puede sesgar la evaluación de la calidad de la investigación y no capturar aspectos cualitativos importantes. Además, los indicadores bibliométricos pueden variar entre disciplinas, lo que dificulta las comparaciones directas.
Pensamiento crítico y escepticismo constructivo
Esto implica evaluar de manera objetiva y reflexiva la veracidad, la relevancia y la calidad de la información que se nos presenta. Es decir, mantener una actitud analítica y cuestionadora, sin descartar automáticamente nuevas ideas o afirmaciones, pero buscando evidencia y fundamentos sólidos antes de aceptarlas.
Estas habilidades nos permiten tomar decisiones informadas y evitar caer en trampas de la desinformación y los sesgos cognitivos. En un mundo en el que la información puede ser ampliamente compartida y difundida a través de plataformas digitales, el pensamiento crítico y el escepticismo constructivo nos brindan herramientas para discernir entre información confiable y engañosa, para formar opiniones bien fundamentadas y para participar en un diálogo informado y respetuoso.
La investigación interdisciplinaria
Hemos visto que la desinformación científica puede propagarse rápidamente y plantear graves riesgos para la sociedad, minando la confianza en la ciencia y generando confusiones perjudiciales.
En este contexto, la investigación interdisciplinaria, que involucra a expertos de diferentes campos y disciplinas, se vuelve fundamental para comprender la naturaleza de la desinformación científica y desarrollar enfoques efectivos para combatirla.
Al combinar el conocimiento y las metodologías de diversas áreas, como la comunicación, psicología, sociología, estadística, informática, entre otras, los investigadores pueden analizar los factores subyacentes que contribuyen a la propagación de la desinformación, identificar patrones y tendencias, y diseñar estrategias eficaces de comunicación y educación.
La investigación interdisciplinaria nos brinda una perspectiva más completa y holística de la desinformación científica, permitiéndonos comprender mejor sus causas y consecuencias, y desarrollar soluciones más efectivas basadas en la evidencia.
Innovación en la comunicación científica y divulgación pública
La innovación en la comunicación científica implica el desarrollo de nuevas estrategias y enfoques para presentar la información científica de manera clara, atractiva y relevante, en diferentes formatos.
Al mismo tiempo, la divulgación pública se ha vuelto cada vez más importante para fomentar el entendimiento y el interés en la ciencia, involucrando a la sociedad en el proceso científico y promoviendo una cultura de curiosidad y descubrimiento.
La innovación en la comunicación científica y la divulgación pública nos permite trascender las barreras tradicionales, llegar a audiencias más amplias y despertar el entusiasmo por la ciencia en personas de todas las edades y niveles de educación. De esta manera, acercamos la ciencia a la sociedad, promovemos la participación ciudadana en temas científicos y construimos puentes entre los avances científicos y los desafíos y oportunidades que enfrentamos como sociedad.
Creación de redes de colaboración para abordar los desafíos de la desinformación
Estas redes son relevantes para compartir conocimientos, recursos y mejores prácticas, así como desarrollar estrategias conjuntas para combatir la desinformación en todas sus formas.
Al unir fuerzas, los miembros de estas redes pueden analizar y comprender los mecanismos de propagación de la desinformación, identificar áreas de riesgo y vulnerabilidad, y diseñar enfoques innovadores para contrarrestarla. Además, las redes de colaboración fomentan el intercambio de información y la generación de sinergias, permitiendo una respuesta más rápida y coordinada ante las campañas de desinformación.
También facilitan la difusión de información confiable y basada en evidencia, promoviendo la alfabetización mediática y digital en la sociedad.
Conclusiones
La investigación en la era de la desinformación es un desafío y una oportunidad para los investigadores, que deben adaptarse a un contexto donde la información es abundante, pero también falsa, engañosa o errónea.
Para investigar se requiere de una actitud crítica, rigurosa y ética, que permita verificar, contrastar y contextualizar la información, y evitar caer en la desinformación o contribuir a su difusión.
Asimismo, se requiere de una actitud proactiva, creativa y colaborativa, que permita generar, comunicar y aplicar el conocimiento, así como contribuir a la educación, la participación y el bienestar de la sociedad. Solo así, podremos garantizar una investigación de calidad, que aporte valor y sentido a la sociedad.
Referencias
Gómez G., Y. y Platas N., D. (2022). La divulgación científica: una madriguera hacia el país de las maravillas. Vórtice. Universidad Autónoma del estado de Morelos (UAEM).
López-Borrul, A. (2019). ‘Fake science’: el tsunami de la desinformación llega a la ciencia. Comein. Revista de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación. Universidad Oberta de Catalunya. 86.
López-Borrull, A. (2021). ¿Es la ciencia abierta una respuesta válida para la lucha contra la desinformación científica?. Anuario ThinkEPI, v.15, e15e06.
Olmos y Romero, J. (2019). Desinformación: conceptos y perspectivas. Real Instituto Elcano Royal Institute. Newsletter. ARI 41/2019.
Organización Panamericana de la Salud (2020). Entender la infodemia y la desinformación en la lucha contra la COVID-19. Institutional Repository for Information Sharing – Pan American Health Organization (Iris Paho). 1-6.
Salvador O., J.; Angós U., J. y Fernández R., M. (1999). Criterios para evaluar la calidad de las fuentes de información en Internet. Revista Scire: representación y organización del conocimiento. 5(2) (julio-diciembre 1999). Prensas Universitarias de Zaragoza
Real Academia Española. (s.f.). Desinformar. En Diccionario de la lengua española. Recuperado en 6 de marzo de 2024.
Real Academia Española. (s.f.). Posverdad. En Diccionario de la lengua española. Recuperado en 6 de marzo de 2024.
Wardle, C & Derakhshan, H . (2017). Information disorder: Toward an interdisciplinary framework for research and policy making. Council of Europe Report. 1–108.
Watzlawick, P. (2011). ¿Es real la realidad? Confusión, desinformación, comunicación. (M. Villanueva, Trans). Herder Editorial. (Publicado originalmente en 1979).